lunes, 1 de diciembre de 2008

Mañon: un ko al VIH



SANTO DOMINGO.- A pesar de su mediocridad como boxeador, Leocadio Mañón soñó con ser campeón, sus sacrificios personales y esfuerzos como atleta le llevaron a mejorar su marca de 2-4 a 17-5 y a ganar el título nacional mosca y lo mejor: obtuvo un contrato para pelear en Texas, que de triunfar le abriría la puerta a grandes combates en los Estados Unidos.
Para Fidelito, como le llaman todavía los pocos amigos que le quedan en su barriada natal, María Auxiliadora, el destino le había tendido una alfombra roja hasta el cielo, pero en cuestión de segundos la vida le cambió drásticamente, y sufrió la derrota más aparatosa que nunca imaginó, cuando los exámenes sanguíneos previo al combate arrojaron que era portador del virus VIH.
Sus sueños y su carrera acabaron al instante: su licencia de boxeador fue cancelada de por vida y de inmediato fue deportado al país; pero quedó el ser humano.
Hoy, Día Internacional de la lucha contra del VIH/SIDA, Leocadio Mañón se confiesa en El Deporte de LISTÍN DIARIO y aunque ya no le pregunta a Dios ¿por qué? Pide una oportunidad para reintegrarse a la sociedad y echar la última pelea de su vida para permitirles a sus hijos una alimentación y una educación digna.
Mañón está librando el combate de su vidaMañón recuerda aquel momento, el cual fue el más sublime de su vida porque sin darse cuenta estaba en los Estados Unidos, era el semiestelarista de la pelea entre el campeón Marco Antonio Barrera y desafiante Mzonke Fana en Texas, y aunque no era el favorito para derrotar al mexicano Abner Mares, guardaba una sorpresa en sus puños como ya lo había hecho en Santo Domingo ante Fausto del Rosario (Chimán), Andrés Martínez (La Salsa), Domingo ‘El Cachorrito” Guillén y otros.“Ya me habían anunciado en ese show que era televisado al mundo e incluso decían que si ganaba iba de línea a una pelea de título mundial porque mi estilo le gustó; además, yo iba a ganar la mejor bolsa para un boxeador de ese peso debutando en los Estados Unidos, me iban a pagar 10 mil dólares por mi primera pelea, que no se lo pagan a nadie en el peso de las 112 libras.“Estaba en el hotel, había almorzado muy bien, descansé mucho, había pensado en la importancia de este chance que me habían dado, en mi familia que iba a mejorar, pensé en muchas cosas grandes; pero vi que estaba subiendo la hora y no me avisaban para vestirme para la pelea.“Al rato subió Omara (la esposa de uno de sus manejadores) al cuarto del hotel, estaba llorando inconsolable; también entró Pedro Valerio su esposo, él no estaba llorando pero, me miró y no pudo hablar… Más atrás entró Alexis Divison, otro boxeador dominicano de la cuadra.“Cuando me dijeron lo que sucedió, eso de que yo tenía Sida, yo golpeé duro la cama sin darme cuenta, grité fuerte no sé que cosa y corrí rápido a la ventana, estábamos en el piso 18 del hotel, pensé en lanzarme y acabar inmediatamente con la historia. Ellos me leyeron el pensamiento y me agarraron, lloraron, oraron y me hicieron reflexionar.“El momento más grande de mi vida se convirtió en un segundo en una condena a muerte”, resume.

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