domingo, 24 de mayo de 2009

Caminar por las paredes


Aparte del trepamuros —nuestro amigo y vecino el asombroso Spiderman— hay otros seres, ya en el mundo real, que pueden caminar por las paredes.
Numerosos insectos, arácnidos, e incluso pequeños anfibios o reptiles pueden caminar por las paredes y trepar por las mismas. No les detienen ni superficies tan resbaladizas como los cristales de las ventanas.
Veamos cómo lo hacen.
El segmento final de las patas de los insectos y los arácnidos, llamado tarso, presenta una estructura semejante a uñas o garras que favorecen la sujección a cualquier imperfección del terreno que, aunque no podamos distinguirla, existe.
En otros casos se sirven del efecto adhesivo del vello situado en unas almohadillas pegajosas también localizadas en los tarsos y llamadas arolios. Secretan una sustancia oleaginosas que les permiten adherirse a cualquier superficie, por lisa que sea.
Los pequeños reptiles como las lagartijas tienen cinco dedos por pata, y en cada uno de esos dedos lo que en apariencia es una almohadilla, pero que en realidad es una nutridísima red formada por hasta dos millones de pelitos delgadísimos y elásticos. Cada uno de estos pelitos tiene en su extremo una especie de escobilla de estructuras todavía más pequeñas llamadas espátulas en un número cercano al millar. Así que en cada pata del reptil puede haber hasta dos mil millones de espátulas.
A este nivel realmente microscópico actúan unas pequeñas fuerzas de atracción electrostática a nivel molecular entre la superficie por la que caminan y la punta de sus espátulas que reciben el nombre de fuerzas de Van der Waals.
Estas fuerzas permiten al animal —de peso mucho mayor que los invertebrados— trepar con pasmosa facilidad por las paredes.

Nota sabia: Las fuerzas de Van der Waals son muy importantes en biología, pues son uno de los enlaces no covalentes que estabilizan la conformación de las proteínas.

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